26 noviembre 2018

Dulce


No quiero… ¡No quiero! Aunque no quiera, mi destino está claramente escrito. Voy a morir y ya; nunca le importé a nadie, tampoco es que me esforzara en tener amigos: como que si no te puedes mover ni un milímetro, es muy poco probable que los hagas.

¿Por qué tengo que morir? No he hecho daño alguno como para ser condenado a muerte, es…injusto, sí, eso. Y además de ser ejecutado, ¿por qué tú, oh, gran monstruo, me castigas viendo a mis camaradas morir? No te basta, nunca es suficiente para ti, ¿verdad? Te los comes, así, sin más, sin importar lo importante que es la vida de cada uno.

Ya solo quedamos cuatro; si pudiera moverme, cogería ese gran artilugio plateado de ahí y vengaría a mis compañeros, aunque no saliera triunfal me habría sentido especial e importante en toda mi insignificante y corta vida, enserio. Sé que no me escuchas, pues estos son mis pensamientos, pero si pudieras leer la mente, espero que no me perdones la vida, de verdad. Mi existencia no ha sido lo que se dice buena, podías haberme comido a mí y haber liberado a los demás. Pero no. Te gusta vernos sufrir. Es más, es como si ignoraras nuestro dolor. Te gusta disfrutar de nuestro sabor, eres asqueroso.

¡Oh! Mi turno ha llegado, al parecer has ignorado mis pensamientos y te has comido a todos, solo quedo yo. Te tomas tu tiempo, ¿estás lleno? Espero que no, no quiero seguir existiendo; acaba ya con esto.
Antes de morir, escucho las últimas palabras que oiré en este mundo…las de mi asesino:

-         -  ¡Quiero más galletas, mami!

2 comentarios: