06 diciembre 2018
Diccionario Xpress
Felicidad: ¹ f. Estado de grata satisfacción espiritual y física. ² f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. ³ f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. ⁴ Cuando te comes la última porción de pizza.
Diccionario Xpress
Triunfar: ¹ intr. Quedar victorioso. ² intr. En la Roma antigua, dicho del vencedor de los enemigos de la república: Entrar con gran pompa y acompañamiento. ³ intr. Tener éxito. ⁴ Cuando consigues tu más ansiado sueño con tu propio esfuerzo.
Diccionario Xpress
Literatura: ¹ f. Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género. ² f. Conjunto de las obras que versan sobre una determinada materia. ³f. Conjunto de conocimientos sobre literatura. ⁴El arte de escribir tus emociones, pensamientos, lo que deseas transmitir al mundo,... buenas ideas hechas por ti mismo.
Diccionario Xpress
Yo: ¹Pron. person. 1.ª pers. m. y f. sing. Forma que, en nominativo, designa a la persona que habla o escribe. ²m. Fil. Sujeto humano en cuanto persona. ³m. Psicol. Parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio. ⁴Persona que se esfuerza por mejorar, creativa, incomprendida, diferente, única, con ganas de triunfar y que le presten la más mínima atención.
Cuando me mira
Cuando me mira, comienzo a respirar.
Cuando me mira, no puedo ni hablar.
Cuando me mira, no puedo reaccionar.
Cuando me mira, comienzo a vivir.
Cuando me habla, solo escucho.
Cuando me habla, le miro.
Cuando me habla, me cuesta respirar.
Cuando me habla, huyo.
Cuando me ignora, lo agradezco.
Cuando me ignora, no lo soporto.
Cuando me ignora, me enfado.
Cuando me ignora, desaparezco.
Cuando me mira, no puedo ni hablar.
Cuando me mira, no puedo reaccionar.
Cuando me mira, comienzo a vivir.
Cuando me habla, solo escucho.
Cuando me habla, le miro.
Cuando me habla, me cuesta respirar.
Cuando me habla, huyo.
Cuando me ignora, lo agradezco.
Cuando me ignora, no lo soporto.
Cuando me ignora, me enfado.
Cuando me ignora, desaparezco.
Emojis
Hemos estado encerrados aquí, en esta especie de jaula, desde nuestro nacimiento.
Todo es monótono: primero nos despertamos, "trabajamos" y finalmente nos dormimos.
Nada cambia, es todos los días lo mismo, pues "Él" no nos deja salir ni vivir.
Él es gigante, él es poderoso, él es malvado, él no nos deja ser libres pues él nunca nos dejará en paz. Somos como simples juguetes para él, no nota que esto no nos gusta y que nos duele; no se da cuenta de nuestro sufrimiento.
Algún día, expiraremos y así, por fin, podremos tomar esa ansiada libertad que tanto ansiamos.
Las jaulas, al ser pequeñas y vacías, nos provocan sentimientos negativos, claustrofobia y en algunas ocasiones: la locura.
Un gas casi imperceptible provoca que cada uno tenga una determinada expresión mientras una especie de máquina color azabache nos da unas fuertes descargas eléctricas si nos negamos a este sistema. Esto sucede cuando el "aparato" está encendido u operativo, pero cuando esto no es así todos intentan en vano escapar o suicidarse... mis pobres amigos ingenuos... ¡nadie puede salir, nadie puede entrar!
La parte "buena" de todo esto es que cuando no está operativo, quitan las barreras que nos separan y nos dejan a nuestro aire, pero... ¿para qué? Es estúpido relacionarse con individuos como tu que se encuentran llorando, tirados en el suelo, reclamando su muerte, amargados, cortantes,... A esto no se le llama vida, no.
Algún día, con suerte, nuestros héroes llegarán... llegaron, pero él los mató, pero no al resto; nuestra única esperanza de vivir: los hackers. Vinieron pero él se las arregló para acabar con ellos... pero no con todos: solo vino un ejército a buscarnos... a salvarnos... a liberarnos.
Uno de los hackers logró escapar para buscar ayuda, pero... nunca volvió. Ni él ni nadie.
Supongo que este es nuestro destino.
Y yo aquí, escribiendo mientras Gato llora y Bailarina intenta ser positiva ante su hermana que intenta que Gata la mate de una vez... los demás solo lloran y hacen algo parecido, nada nuevo.
Oh, Él ha vuelto...un nuevo "día" comienza... adiós.
Todo es monótono: primero nos despertamos, "trabajamos" y finalmente nos dormimos.
Nada cambia, es todos los días lo mismo, pues "Él" no nos deja salir ni vivir.
Él es gigante, él es poderoso, él es malvado, él no nos deja ser libres pues él nunca nos dejará en paz. Somos como simples juguetes para él, no nota que esto no nos gusta y que nos duele; no se da cuenta de nuestro sufrimiento.
Algún día, expiraremos y así, por fin, podremos tomar esa ansiada libertad que tanto ansiamos.
Las jaulas, al ser pequeñas y vacías, nos provocan sentimientos negativos, claustrofobia y en algunas ocasiones: la locura.
Un gas casi imperceptible provoca que cada uno tenga una determinada expresión mientras una especie de máquina color azabache nos da unas fuertes descargas eléctricas si nos negamos a este sistema. Esto sucede cuando el "aparato" está encendido u operativo, pero cuando esto no es así todos intentan en vano escapar o suicidarse... mis pobres amigos ingenuos... ¡nadie puede salir, nadie puede entrar!
La parte "buena" de todo esto es que cuando no está operativo, quitan las barreras que nos separan y nos dejan a nuestro aire, pero... ¿para qué? Es estúpido relacionarse con individuos como tu que se encuentran llorando, tirados en el suelo, reclamando su muerte, amargados, cortantes,... A esto no se le llama vida, no.
Algún día, con suerte, nuestros héroes llegarán... llegaron, pero él los mató, pero no al resto; nuestra única esperanza de vivir: los hackers. Vinieron pero él se las arregló para acabar con ellos... pero no con todos: solo vino un ejército a buscarnos... a salvarnos... a liberarnos.
Uno de los hackers logró escapar para buscar ayuda, pero... nunca volvió. Ni él ni nadie.
Supongo que este es nuestro destino.
Y yo aquí, escribiendo mientras Gato llora y Bailarina intenta ser positiva ante su hermana que intenta que Gata la mate de una vez... los demás solo lloran y hacen algo parecido, nada nuevo.
Oh, Él ha vuelto...un nuevo "día" comienza... adiós.
03 diciembre 2018
Cuando me lo contaron...
Cuando
me lo contaron sentí el frío
de
una hoja de acero en las entrañas,
me
apoyé contra el muro, y un instante
la
conciencia perdí de donde estaba.
Cayó
sobre mi espíritu la noche,
en
ira y en piedad se anegó el alma,
¡y
entonces comprendí por qué se llora!
¡y
entonces comprendí por qué se mata!
Pasó
la nube de dolor… con pena
logré
balbucear breves palabras…
¿Quién
me dio la noticia?... Un fiel amigo…
Me
hacía un gran favor… Le di las gracias.
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Había estado toda la
mañana con un irremediable bloqueo creativo, no había podido escribir más
poemas, no así. Era, en mi opinión, imposible.
Para poder remediarlo
intenté numerosas veces un truco que siempre utilizo en este tipo de casos:
leer El Contemporáneo, que
casualmente es el periódico en el que escribo mis “famosas” leyendas y que
supongo que leerán más personas de las que pienso; incluso, hace unas semanas,
me llegó una carta de un tal José Ferreda elogiando una de mis obras: El monte de las ánimas, que, por alguna
razón, esa persona me recuerda a mi padre, supongo que por el nombre.
Leer dicho periódico, de
alguna manera hace que me centre en los interesantes artículos y así poder
olvidar mi problema, es decir, el bloqueo. Pero hoy no funcionó. Algo que me
extraña bastante es que haya leído cuatro veces el mismo párrafo y me sienta
igual que cuando lo leí la primera o segunda vez; parece que no logro entender
el artículo sobre la política, la verdad, este tema nunca me importó lo
suficiente como para comprenderlo.
Dejando El Contemporáneo a un lado de la mesa de
la cocina, terminé mi café, pues en mi opinión no hay nada como una buena taza
de esa bebida para después de la comida, para después levantarme y dejar en el
fregadero la pieza de porcelana de la que había bebido. Me dirigí al salón,
sentándome en el sillón pude divisar uno de mis cuadernos y al lado una pluma
dentro de un bote lleno de la espesa tinta de color oscura como la mismísima
noche que había utilizado días antes para escribir un poema; mi cuerpo se
inundó de completa melancolía: no podía escribir como antes, ¡el bloqueo no ha
desaparecido!
De repente, una idea se
me pasó por la mente cual rápida estrella fugaz aparece atravesando el delicado
cielo nocturno hasta finalmente desaparecer. Esa idea era la posibilidad de ir
al parque.
Un bonito lugar en el
que es casi imposible no contactar con la naturaleza; con unos caminos por los
que los niños corren levantando una polvareda con ese olor tan característico a
tierra, unos preciosos bancos blancos con adornos de metal duro color azabache y
en los que se pueden ver a diferentes personas sentadas en ellos, entre esos
individuos se pueden ver a ancianos que dan migas de pan a las palomas, amables
y risueñas señoritas que se quedan platicando con sus amigas admirando el
paisaje, niños que se cansan de jugar a la rueda y demás, pero los que más
destacan son los artistas. Ese precioso ambiente adornado con los cantos de las
golondrinas, el suspiro de las nubes rozando las hojas de los árboles, las
risas de niños y niñas al jugar es, sin duda alguna, algo único.
Me dirigí a mi
dormitorio para coger una bolsa donde guardar el cuaderno y la pluma, objetos
que después recogí y metí dentro de ésta al pasar por el salón; finalmente me
planté enfrente del perchero de madera situado en el recibidor, justo al lado
izquierdo de la puerta que comunica con el exterior, y así poder vestirme mi
gabardina color gris oscuro cual piedra.
Al salir, una corriente
fría golpeó mi cara congelándome y provocando algún que otro estornudo de mi
parte; había recordado que era el mes de enero y que en esa época hay bajas
temperaturas. Caminando me fijé en los abrigos de las personas que pasaban
cerca de mí, la ropa dice mucho de ti mismo, tanto que incluso puedes adivinar
la personalidad de alguien con solo ese pequeño detalle. Llegando ya a mi
destino, un fuerte olor a pan recién hecho hizo frenara un poco mi paso, pues
ese es un aroma tan dulce que todo individuo que pasara por ahí reaccionaría
igual que yo; y estaba en lo cierto, una niñita quedó tan prendada del olor que
arrastró a su pobre madre adentro de la panadería para que le comprara, aunque
fuera, un pedazo de ese delicioso y barato manjar.
Entré en el parque,
percatándome de que no había muchas personas ahí; hoy sería un día tranquilo.
Localicé un banco vacío cerca de la fuente, me dirigía ahí cuando, de repente,
escuché que una voz familiar llamaba por mí; me di la vuelta y pude ver que el
sujeto que me llamaba era, ni más ni menos que mi buen amigo Augusto, Augusto
Ferrán. Levanté mi mano para saludarlo y mirándolo desde la distancia, unas
palabras acompañadas de mi mejor sonrisa salieron de mi boca:
- - ¡Ferrán,
cuánto tiempo! –dije- Que alegría volver a verte.
- - ¡Bécquer, Bécquer… te…! –decía con voz agitada y entrecortada,
pues había venido corriendo hacia mí. Ya en frente mía, intentaba recuperar el
aliento.
- - Dios Santo, Ferrán, ni que te
persiguieran –cuando acabé mi frase empecé a reír, pero mi amigo no dijo nada.
Éste se había incorporado y me estaba dedicando una mirada realmente seria, al
percatarme de esto mi expresión cambió a una más adecuada para el momento-
¿Pasa algo?
- - Bécquer… han robado uno de tus poemas
–contestó.
- - ¿Q-qué?
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Me costó asimilarlo y del susto me
había dejado caer bruscamente en el banco en el que me iba a sentar en un
principio, Ferrán entendió mi situación diciéndome que él habría reaccionado
como yo si esto le hubiera pasado a él.
Me
contó lo sucedido, al parecer, mi amigo se encontraba tan asombrado como yo:
Narciso Campillo, un buen compañero nuestro, había oído que un tal Jorge Lista
había robado uno de mis poemas e iba a ir a la editorial de El Contemporáneo para que lo publicasen
y así poder hacerse famoso; si le llegasen a pedir más, solo tenía que robarme
otra vez.
Ese
apellido se me hacía familiar… Lista…Lista…
- - ¡No puede ser…! –exclamé. Ferrán me
miró confuso y decidí contarle mi hallazgo- Lista es el
apellido de mi antiguo maestro sevillano… Alberto Lista.
- - Esto…-añadió-…no puede ser ninguna
casualidad.
- - Lo sé, pero mi maestro no puede estar
involucrado en esto, es un buen hombre como tú y como yo-contesté- él
seguramente no es consciente de lo que está haciendo este familiar suyo.
- - Eso espero.
El
silencio reinó durante por lo menos diez segundos hasta que decidí romperlo
despertando la curiosidad de mi amigo, pues me había levantado de golpe y había
comenzado a caminar hacia el camino por el que había venido.
- - ¡Hey! –exclamó mientras me seguía con
un paso acelerado- ¿A dónde vas?
Cogí
aire antes de responderle para así poder transmitirle correctamente como me
sentía.
- - No puedo permitir que roben uno de mis
poemas, es como si me quitaran una parte de mí mismo.
Dejó
de seguirme, cuando ya comenzaba a alejarme y ya estaba a punto de salir del
parque escuché que me deseaba buena suerte; sonreí a pesar de estar bastante
furioso.
Antes
de ir a por ese asqueroso ladrón, tendría que coger un arma. Sí, es cierto, es
un poco extremo, pero nadie roba algo tan preciado para mí; además, no tengo
pensado utilizarla, solo es para intimidarle y que así me devuelva lo que es
mío.
Cogí
la llave que se encontraba en mi bolsillo y abrí la puerta, entré corriendo en
la casa sin cerrarla y dejé mi bolsa en el salón, acto seguido subí corriendo
hasta mi dormitorio. Me dirigí a la mesilla de noche que tengo justo al lado de
mi cama y cogí la única arma de fuego que se encontraba en esta morada. Era una
Colt Navy de 1851 de calibre 36, con
todas las balas en su interior y que espero que permanezcan ahí. La guardé en
mi bolsillo derecho y salí como había llegado, es decir: corriendo, pero esta
vez cerrando la puerta.
Decidí
reducir la velocidad para pasar desapercibido y poner las manos en los
bolsillos de mi gabardina para que no se notara la marca que hacía el arma;
caminé sin rumbo, pues no sabía dónde podía estar o como era y me sentí
bastante estúpido.
Mientras
estaba perdido en mis pensamientos, una persona tocó mi hombro haciendo que me
diera la vuelta, no sabía quién era, pero por la situación intuí quien podría
ser.
- - ¿Necesita algo, señor? –pregunté para
asegurarme.
- - Si…-contestó- sígame.
Me
llevó agarrado del brazo hasta un callejón; cualquiera que no tuviera un arma
estaría aterrado, pero como yo poseo una… no tengo nada que temer.
Durante
el tiempo en el que el silencio se apoderó de la situación, el individuo que me
estaba agarrando se posicionó en frente de mí. Tuve el valor suficiente como
para hablarle.
- - Y… ¿bien? –pregunté- ¿Qué quiere?
- - Todos tus poemas…-contestó con una voz
áspera fingida- Con uno solo no me basta, no me creerían.
- - Jorge Lista… ¿no es así? -él solo se limitó a reír.
- - Bien…-sonrió- Ya veo que me
conoces…-de su bolsillo saca una navaja algo sucia, debería darle vergüenza…-
…ahora, vamos a tu casa y me los das, y cuando publique tus obras iré
constantemente a que me des más… ¿entendiste? –concluyó acercando la afilada
hoja de su arma a mi cuello.
- - Yo…- me alejé un poco de él,
provocando un choque entre la pared y mi cuerpo, Jorge me miró confundido
mientras se acercaba- …yo… -cogí aire- ¡no puedo tomarte en serio con esa
navaja tan sucia!
- - ¿Qué…? –preguntó.
- - A ver, hombre…mira –saqué mi Colt del bolsillo y se la enseñé, él
retrocedió pensando que le iba a disparar, pero al ver que no iba a hacer lo
que pensaba, me miró algo más tranquilo- ¿Ves? Yo me lo he trabajado: está
limpia, cargada y brillante.
- - La verdad es que es un arma de fuego
muy impresionante…
- - Si, lo es y comparada con…-miré su
navaja- “eso”, no quedas muy bien.
- - Lo sé… es que la economía anda un poco
mal y casi no me pagan…
- - Pues…lo siento, hombre –me fijo en que
tiene una hoja en el bolsillo y se la quito sin que se dé cuenta- Esto nos
afecta a todos.
- - Lo sé…-dijo apenado.
- - No a todos por igual, peeeeeeeeeeeero,
al menos sirve para hablar y robar... creo que debería ser político, no creo
que nadie note la diferencia entre usted y uno de esos individuos –le animo
mientras le tomo del hombro- y, si me permite, me robó de una forma tan
impresionante que no me di cuenta hasta que un buen amigo mío me lo dijo.
- - ¿E-enserio? –preguntó con esperanza,
asentí- Me alegro…supongo…Siento haberle robado, señor Bécquer, solo quería
ganar dinero y usted es un auténtico artista.
- - Pues…muchas gracias, me halaga usted…no
lo dirá porque tengo un arma en mi mano, ¿verdad? –le apunto.
- - No…-aparta
el cañón del arma con su navaja- y… supongo que podríamos ser amigos… ¿le
parece?
- - ¿Qué?
–pregunto mientras guardo mi arma en mi bolsillo- ¿ser amigo de una persona que
me ha robado y ni siquiera se ha disculpado? –Jorge agachó la cabeza.
- - Perdóneme, señor Bécquer.- se
disculpó- Tenga –metió la mano en su bolsillo- le devolveré su…-se percata de
que está vacío y me mira-…poema…
- - Oh, eh…-me reí nervioso- es que lo
tengo yo…es que estaba en el suelo y lo recogí.
- - Oh, bien. Pues ya está.
- - Bien… pues ya hablaremos otro día,
¿eh? Es que hoy estoy muy liado, tengo que escribir, ya sabe…
- - ¡Cierto! –me alejo lentamente- ¡Qué le
vaya bien, siento las molestias!
- - No pasa nada, esto queda en el olvido,
¿si?
- - ¡Sí, señor Bécquer!
Me
despedí con la mano de él y volví a mi hogar para después escribir un poema
sobre lo que me pasó hoy. ¡No hay nada mejor que la inspiración!
***************************************************************************
- - ¡¡Bécquer!!
–gritó Jorge desde el exterior de la casa de Bécquer- ¿¡Está usted en casa!?
¡Me ha parecido ver algo moverse!
- - ¿Por
qué no lo demanda? –preguntó Ferrán enfadado, pues él y su amigo estaban
tumbados boca abajo en el suelo esperando a que Jorge se fuera de ahí- ¿o por
qué no le dice que se vaya?
- - Cálmate, no pasa nada – contestó el
escritor- Se irá pronto.
- - ¡Eso mismo dijo usted hace tres horas!
- - ¡¡Sssssshhhhh!! –mandó callar el
poseedor de la casa a su amigo- ¿¡Quieres que nos oiga!? –gritó en voz baja.
- - Arg…
-se quejó Ferrán apoyando su cabeza en el suelo.
26 noviembre 2018
RED’S LINE
CAPÍTULO 1:
PRESENTACIÓN
- - ¡Otra vez, Nina, otra vez! -la pequeña de
cabellos claros animaba a su hermana a que volviera a hacer esa cosa tan
especial, aplaudiendo y repitiendo esa frase varias veces.
- - ¡Pero, Nieves…! –se quejó la mayor- ¡Es la
cuarta vez que me pides lo mismo!
- - Lo sé…pero… -se excusó- Me gusta ver como usas
tu poder, es muy útil –la menor, de un salto, se bajó del tronco cortado de un
árbol y empezó a dar saltitos y a sonreír- ¡Algún día tendré un poder como el
tuyo y seré tan genial como tú!
Ante este acto su hermana empezó a sonreír
también, pues el entusiasmo y positivismo de su pequeña hermanita la animaba, a
pesar del mundo en el que se encontraban, no había ningún motivo para no estar feliz.
- - La última vez, ¿vale? Ya sabes que esto me cansa
un poco –Nieves dejó de dar saltos y miró a su hermana asintiendo con
determinación- Okey…allá vamos.
Nina cerró los ojos, extendiendo su brazo
derecho hacia Nieves y concentrándose al máximo, puso su mente en blanco, hasta
que de repente visualizó a su hermana a la perfección. Cuando abrió los ojos,
pudo ver a la pequeña, flotando y riendo sin parar. Lo había conseguido, otra
vez.
- - ¡Yupiiiiiiiiiiiiiiii! –gritaba- ¡Más alto, más
alto!
- - Hehe… ¡tú lo has querido, hermana! –nada más
acabar la frase, cerró otra vez sus ojos y comenzó a subir su brazo lentamente.
Mientras escuchaba gritar de emoción a Nieves, recordó algo muy importante.
Bajó el brazo rápidamente, haciendo que su querida hermanita cayera al suelo,
provocando un dolor en sus rodillas.
- - ¡Hey,
me has tirado! –refunfuñó- ¡No es ju-
No pudo acabar la frase, ya que Nina le
había tapado la boca mientras la mandaba callar. Cogió en brazos a Nieves y
corrió a esconderse con ella detrás de unos arbustos. Desde ahí, la mayor pudo
ver como dos hombres bajos, peludos y con sobrepeso se acercaban a donde se
encontraban ellas anteriormente; pudo ver que éstos portaban dos grandes armas
de fuego.
- - Mierda…-susurró Nina.
- - Malhablada –dijo Nieves en el mismo tono que su
hermana mientras se cruzaba de brazos.
- - Deben de estar cerca…
Empezaron a buscar por los alrededores; cada
vez que esos dos se acercaban al “escondite” de las hermanas, la pequeña Nieves
comenzaba a temblar, abrazando fuertemente a Nina como si su vida dependiera de
ello.
Ninguna se quería imaginar lo que les
harían si las capturasen, aunque una de las dos sabía exactamente lo que
llegaría a pasar si eso fuera posible; digamos que…les pasaría algo horrible,
peor que la muerte misma…bueno, eso era lo que pensaba Nina.
- - T-tengo miedo… -decía la pequeña casi a punto de
llorar.
- - No pasa nada, Nieves… -la consolaba- Ya sabes
que puedo hacer esto.
Cerró los ojos rápidamente y dirigió sus
dos brazos hacia los dos hombres para después hacerlos flotar y lanzarlos a quien sabe dónde. Cuando la
pequeña vio esa escena tan cómica, ignoró que sus ojos comenzaban a cristalizarse
y se empezó a reír. Nina, satisfecha, cogió a su hermana “en caballito”, es
decir, la subió a su espalda, y comenzó a caminar sin rumbo por aquel denso
bosque en el que se encontraban.
Anduvo durante un rato, observando cada
árbol y cada piedra que había por allí mientras Nieves se abrazaba, algo
adormecida, a Nina.
La más pequeña de las dos se llama Nieves,
una niña pequeña de seis años de edad; su pelo es blanco, pues de ahí venía su
nombre, y tiene unos profundos ojos azules cual cielo despejado. Viste un
vestido de color celeste pastel elegido por su hermana, al igual que sus
zapatitos azules algo oscuros acompañados de unos calcetines largos blancos.
Es, sin lugar a dudas, una niña adorable.
Nina es la hermana mayor de la pequeña
Nieves, teniendo ya quince años, se ocupa ella sola de su querida hermanita;
lleva su pelo negro como la mismísima noche suelto, ya que no le gustaba
recogido, en su opinión: le queda horrible. Viste un traje del mismo color que
su cabello con toques morados, dándole así, un aspecto de ninja, solo que sin
la máscara y la vestimenta sin apretar tanto: parece una auténtica guerrera, o
eso piensa Nieves. Al contrario que su hermanita, ella lleva una espada, por si
acaso no puede usar su poder, el cual es hacer levitar lo que quiera con la
capacidad de su mente.
- - ¿Eh?
-Nina se percató de que el bosque desaparecía justo en frente de una
ciudad derruida y desolada- …
- - Nina… ¿qué pasa? –dijo la pequeña despertándose
de su sueño- Nos hemos parado…
- - Nada, solo es que… ahí hay una ciudad –dijo
mientras señalaba dicho lugar.
- - ¿Una…ciudad? –las palabras de la chica de
cabellos oscuros despertaron en la menor, un sentimiento irrefrenable de ir a
investigar aquel sitio; Nieves se bajó rápidamente de la espalda de su querida
hermana para después empezar a correr hacia la ciudad abandonada mientras
escuchaba los gritos de Nina llamándola.
Dulce
No quiero… ¡No quiero! Aunque no quiera, mi destino está
claramente escrito. Voy a morir y ya; nunca le importé a nadie, tampoco es que
me esforzara en tener amigos: como que si no te puedes mover ni un milímetro,
es muy poco probable que los hagas.
¿Por qué tengo que morir? No he hecho daño alguno como para
ser condenado a muerte, es…injusto, sí, eso. Y además de ser ejecutado, ¿por
qué tú, oh, gran monstruo, me castigas viendo a mis camaradas morir? No te
basta, nunca es suficiente para ti, ¿verdad? Te los comes, así, sin más, sin
importar lo importante que es la vida de cada uno.
Ya solo quedamos cuatro; si pudiera moverme, cogería ese
gran artilugio plateado de ahí y vengaría a mis compañeros, aunque no saliera
triunfal me habría sentido especial e importante en toda mi insignificante y
corta vida, enserio. Sé que no me escuchas, pues estos son mis pensamientos,
pero si pudieras leer la mente, espero que no me perdones
la vida, de verdad. Mi existencia no ha sido lo que se dice buena, podías haberme
comido a mí y haber liberado a los demás. Pero no. Te gusta vernos sufrir. Es
más, es como si ignoraras nuestro dolor. Te gusta disfrutar de nuestro sabor,
eres asqueroso.
¡Oh! Mi turno ha llegado, al parecer has ignorado mis
pensamientos y te has comido a todos, solo quedo yo. Te tomas tu tiempo, ¿estás
lleno? Espero que no, no quiero seguir existiendo; acaba ya con esto.
Antes de morir, escucho las últimas palabras que oiré en
este mundo…las de mi asesino:
- - ¡Quiero más galletas, mami!
23 noviembre 2018
Storm
- ¡Si,
por fin es viernes! – una pequeña chica se hallaba saltando de un lado a otro
por toda su gran habitación color naranja pastel- ¡Puente, pueeeeeeeeeeente!
–ella en verdad estaba realmente feliz, pues las clases le parecían bastante
aburridas y le gustaba vivivi aventuras como a todo infante.
- - Jaja…-esa
risa tan dulce solo podía ser de una persona: su madre. Ésta estaba apoyada en
el marco de la puerta, admirando el divertido espectáculo que le estaba dando
su querida hija.
Al
oír la risa de su progenitora, la cara de la niña se ponía cada vez más de un
tono rojizo, significando que se moría de vergüenza.
- - ¡Mamá,
no te rías, mala persona! –nada más acabar la frase, un puchero se hizo frente
en su rostro suave y frágil cual pluma.
- - Ay…vale,
vale…-esbozó una gran sonrisa, conteniendo sus ganas de reír por la reciente
acción de su hija- Venga, peque, prepara tus cosas para la acampada.
Los
ojos de la niña se iluminaron como si el propio sol hubiera aparecido ahí, en ese
mismo instante al decir esas palabras. Su rostro había vuelto a la normalidad y
comenzó a sonreír, haciendo desaparecer el gesto antes hecho. Su madre
desapareció del campo de visión de toda persona que se encontrara en la
habitación color naranja pastel para dirigirse a su propio cuarto y así poder
preparar sus cosas para la acampada junto al hombre de la casa.
Volviendo
a la más joven de la vivienda, sí, la más joven pues tiene 13 años recién
cumplidos hace casi más de un mes, y no tenía hermanos ni hermanas con los que
compartir su tiempo ni experiencias. Ella es de cabellos oscuros, concretamente
de color negro, con unas preciosas mechas moradas adornando la mitad de su pelo
para abajo y ojos de un azul intenso. Siempre lleva puesta una chaqueta morada,
en su opinión: dicha prenda le queda realmente bien por sus mechas.
Aventurera,
simpática, amigable, creativa, extrovertida, valiente y lo más importante:
divertida, esas son algunas de sus mejores cualidades.
De
nombre sus padres le pusieron: Wendy.
- - A
ver…-volviendo al presente, la chica de ojos azules como el mismísimo mar
estaba repasando las cosas que iba a llevar a la acampada, pues ya había hecho
su mochila y estaba comprobando que todo lo necesario estuviese ahí, para no
olvidarse de nada importante-…¿ropa?…¡listo!...¿repelente?…¡listo!...¿pijama y
saco de dormir?…¡listo! –después de nombrar y localizar más objetos, la chica
casi se olvida de lo más importante- ¡Oh, cierto, casi se me olvida!, ropa
cómoda y para caminar - ésta corrió hacia el armario, pues los vaqueros que
llevaba no eran lo que se decía…cómodos, se decidió por unos leggins negros, porque, para ella, eran
la mejor cosa para las aventuras, y una camiseta de manga corta de color blanca
que le habían regalado por su último cumpleaños. Cuando acabó de cambiarse, se
dirigió al zapatero que estaba en una esquina, cerca del armario, para coger
unos tenis blancos y acto seguido ponérselos, ya que, estaba descalza- ¡listos
y puestos! –en su rostro se formó una gran sonrisa- Pues… ¡Todo listo!
Se
puso su amada y preciada chaqueta morada, que por cierto, se la regaló su
queridísima abuela ya fallecida hace alrededor de un año, haciendo que esta
prenda tuviese un valor incalculable para la chica, y se colgó su mochila, ya
lista, en la espalda.
Al
salir de su habitación, se dirigió al salón a ver si sus padres también estaban
listos, pero no los encontró ahí, ni ahí ni en ningún sitio de la casa… Wendy
empezaba a preocuparse, pero esta preocupación no duró ni diez segundos, pues
había escuchado el claxon del coche de su padre en el jardín de delante. Se
apresuró a salir por la puerta, <<¿¡Se van a ir sin mí!?>>, pensó.
- - ¡Por
fin apareces! –dijo su padre mientras colocaba las cosas de la acampada en el
maletero del coche- Ya empezábamos a pensar que al final no querías venir…
-Wendy se sentía un poco enfadada. Su propio padre la acababa de llamar tardona
en toda su cara. Al final lo tomó como una broma e ignoró el comentario- oye,
cariño, hazme el favor y pásame esa caja.
La
ojiazul cogió dicho objeto, un poco pesado en su opinión, y se lo dio a su
padre. Éste respondió con un simple: “Muchas gracias, peque”, adornado con una
sonrisa, a lo que ella correspondió devolviéndole el gesto a su querido
progenitor.
- - ¡Todo
preparado, venga, al coche, chicas! –ambas rieron y le obedecieron respondiendo
con un: “¡Si, mi capitán!”
Ya
dentro de esa máquina denominada coche, el único hombre de la casa, arrancó
dicho transporte, poniendo rumbo al bosque donde sería la ansiada acampada.
Durante
el largo trayecto, Wendy se quedó profundamente dormida después de estar
admirando el paisaje durante un buen rato, mientras, sus padres, estaban
escuchando tranquilamente la radio.
- - ¡Ya
llegamos! - sonrió- ¡Despierta, dormilona! –dijo el padre de la poseedora de la
chaqueta morada, intentando despertarla, mientras la madre estaba al lado de
ella dándole suaves toques en el brazo para despertarla.
- - ¿Eh,
qué? –abrió lentamente sus ojos, bostezando y estirándose, para luego
incorporarse y darse cuenta de una cosa…- ¿Pero qué? –estaba sorprendida- ¡Si
esto es un aparcamiento…!
Nadie
le contestó, ya que sus padres la dejaron despertarse tranquilamente nada más
ver que ésta empezó a abrir sus ojos.
Ambos estaban quitando las cosas del maletero.
Wendy
bajó del coche situándose al lado de sus progenitores, y dijo mientras miraba a
su alrededor:
- - ¿Vamos
a acampar aquí? –se hizo presente un silencio de por lo menos cinco segundos,
por lo que decidió continuar hablando- ¡Qué bien! Mi primera acampada en un
aparcamiento, ¡qué ilusión! –nada más acabar, empezó a dar pequeños saltitos en
el sitio.
- - No
seas boba, cariño –dijo su madre con un tono dulce pero burlón- vamos a ir
caminando hasta el bosque.
- - Pero…
-Wendy se dio cuenta de un dato algo importante-…está oscureciendo…yyyyyyyyy
paso de que nos perdamos –dijo cruzándose de brazos dando media vuelta.
- - ¡Venga,
llegaremos antes de lo que piensas!
<<Otra
vez intentando animarme con sus frases “positivas”…pues le voy a chafar el
plan>>, pensó, para después añadir:
- - Y…
¿Cuánto tardaremos en llegar? –sonrió maliciosamente, esperando a la metedura
de pata de su padre.
- - Pues…esto…tardaremos…
–el silencio reinó durante alrededor de siete segundos, hasta que decidió
continuar, para así, hacer lo que quería su hija- …no sé.
La
madre de Wendy fulminó con la mirada al que acababa de cometer un error que le
costaría cocinar durante toda la semana como castigo para compensar semejante
acto que para nada, motivaba a la
pequeña chica a moverse de ahí. Mientras, dicha persona estaba aguantándose,
con todas sus fuerzas, las ganas de echarse a reír a carcajadas.
- - EJEM,
lo que tu padre quiso decir, -dijo ocultando su enfado la madre de Wendy- es
que no tardaremos mucho; como dijo tu padre antes de fastidiarla, llegaremos
antes de lo que tú piensas.
- - Vale…-
dijo la ojiazul para empezar a seguir a sus padres, pues estos ya habían
comenzado a andar.
<<Mamá
me ha mentido, estoy pensando y aún no hemos llegado…que triste es que tu
propia madre te mienta en la cara en mitad de una acampada…>>, pensaba
Wendy, distraída.
Decidió
dirigir sus pensamientos hacia otra cosa, como por ejemplo: el bosque en el que
se encontraba con su familia. <<Wow… a pesar de estar oscureciendo, el
bosque no parece muy terrorífico…es más, es perfecto para… ¡oh, no, la cámara!,
¡Me la dejé en casa!>>, siguió hablando en su interior, pues cuanto más
lo hacía, menos aburrida estaba y más rápido le parecía que pasaba el tiempo.
- - ¡Qué
bonito está el bosque…! -dijo la madre
de la chica de cabellos morados y negros- ¡Tenía que haber traído la cámara!
Bueno, usaré la del móvil.
- - Que
no se te gaste la batería, cariño…recuerda que solo tenemos tres baterías
portátiles para cargar los móviles…
- - Si,
si, lo sé –ignorando a su esposo, empezó a sacar fotos.
<<¡¿Qué
narices?! ¿Desde cuándo mi madre sabe leer la mente? Si es así…yo he podido
heredarlo, ¿no?>>, su imaginación era impresionante.
- - ¡Hey!
–dijo el padre de Wendy, llamando la atención de sus dos acompañantes- ¡Un
señor!, le preguntaremos por si acaso por donde se va al Centro de Acampada…
Era
un señor realmente mayor, en otras palabras, un anciano, pues por su aspecto
parecía rondar los ochenta años, por lo menos. Una gran barba gris, por la
suciedad, se adueñaba de la cara del pobre hombre y el poco pelo que tenía en
la cabeza, era del mismo color que el elemento antes mencionado. Vestía ropas
andrajosas, pues estaban rotas y sucias, con manchas de distintos tamaños y de
diferentes colores, y descoloridas. Lo más destacable era las brillantes botas
que acogían a sus pies; también llevaba un sombrero de paja que parecía hecho
por él mismo.
Dicha
persona se encontraba limpiando una escopeta con un trozo de tela que, al igual
que la ropa, estaba descolorida.
La
familia se acercó al nuevo sujeto, pero, Wendy, se quedó con su madre, es
decir, un paso por detrás de su querido padre. Solo la ojiazul sentía un poco
de miedo.
- - ¡Buenas
tardes, señor! –el padre empezó a hablarle a aquella extraña persona- ¿Podría
indicarnos por dónde ir al Centro de
Acampada?
<<Bien
empezamos…>>, el sarcasmo era un recurso bastante utilizado por la chica,
le encantaba, le hacía sentirse realmente bien.
El
anciano no respondió.
- - Emmm…
¿señor? –se atrevió a decir la madre de Wendy- ¿Está usted bien?
De
repente, se escuchó un disparo; esto hizo a la familia entera sobresaltarse.
- - Esta
escopeta…- dijo, por fin, el misterioso anciano-…puede ser vieja, pero eso no
quiere decir que no sea potente, ¿ven?
Todos,
menos el que acababa de hablar, se quedaron petrificados, haciendo que el
silencio se apoderara otra vez más del lugar; no se escuchaba el píar de los
pájaros, ni el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles…no se
escuchaba nada. Solo silencio. Nada más.
- - Es
de muy mala educación no responder a una pregunta –dijo el anciano levantando
la cabeza, ya que había estado todo el tiempo mirando su preciosa arma- Eso no
me gusta…tendrán que aprender modales…
Nada
más acabar la frase, Wendy se convirtió en un manojo de nervios, pues, aparte
del tono de voz y de lo que acababa de decir, el hombre tenía un ojo de
cristal. “La combinación perfecta”, según
ella.
- - Disculpe,
señor, con todos mis respetos…-dijo el padre de la chica, armado de valor- pero
usted tampoco nos ha respondido.
Wendy
empezó a sentir admiración por su padre, pues él acababa de demostrar que era
realmente valiente.
El
anciano sonrió por ese gesto inesperado y decidió contestarle con una simple
frase:
- - Tiene
usted toda la razón, está por allí, siguiendo esa especie de senda –señaló la
parte más oscura del bosque, a la que casi no se veía nada.
- - Gracias
–dijo, cortante, el padre de Wendy.
Los
padres de la chica empezaron a caminar por donde dijo el anciano, pero, Wendy,
antes de seguirles, escuchó al poseedor de la escopeta murmurar algo que solo
llegó a oír ella y que le puso los pelos de punta:
- - Parece
que Storm va a poder comer hoy…-decía
el anciano- Estúpidos…venir precisamente
el día en el que vuelve a la vida …
Nada
más acabar su frase, éste empezó a
reírse de una manera que congeló completamente toda la sangre de la oyente.
- - Bien,
pandilla –dijo el padre de la ojiazul- ¡Por aquí!
- - Si…-dijeron,
al unísono, Wendy y su madre, ambas aún asustadas por lo sucedido.
Los
dos adultos caminaban, ya, tranquilamente atentos en el camino por el que iban,
mientras que la chica de sudadera morada iba pensando, o mejor dicho,
intentando dar alguna respuesta racional a lo que acababa de murmurar ese
anciano minutos antes, pues se formulaba preguntas como: “¿Quién o qué es Storm?”, “¿Por qué dice el anciano loco
ese que va a comer?”, “¿Por qué tendrá botas nuevas?” .La chica intentaba
razonar todo esto para que no le sonara terrorífico y poder verlo de una manera
normal, al final, se le ocurrió lo siguiente: <<A ver…Quizá Storm sea un perrito adorable, que nos
venga a robar los zapatos mientras dormimos, y que cuando se los lleve a su
dueño, éste le dará comida como recompensa…claro.>>; pero esta “idea” no
le valía y entró en un pequeño pánico. <<¿¡A quién quiero engañar!? ¡Esto
va a acabar MUY mal! Quiero volver a casa…>>, eso fue lo último que pudo
pensar antes de volver a la realidad, pues había escuchado un grito, por el
tono, proveniente de su madre.
- - ¿Mamá?
Espera…¿¡Dónde están mis padres!? –dijo preocupada para después empezar a
correr para poder encontrar a sus padres.
- - Ya
está, cariño –era la voz del padre de Wendy, al escuchar a su progenitor, la
chica se dirigió hacia donde había escuchado la voz- No pasa nada, solo era un
bicho…
Los
encontró, al parecer lo que provocó a la madre de Wendy gritar había sido un
simple insecto, que alivio sintió la ojiazul en ese momento; esa situación le
dio para seguir pensando: <<Ufff…falsa alarma…debí de haberme quedado
atrás pensando y como mis padres son tan buenos padres, han seguido sin mí, no
los culpo, si yo fuera delante, me olvidaría de ellos también>>, no lo
decía en serio, solo quería darle un toque de humor a la situación para poder
dejar su miedo en el olvido.
- - ¿Estás
bien, mamá? –ya sabía lo ocurrido, pero quería saber si su madre estaba bien.
- - Sí,
cariño, ¿y tú?
- - ¿Yo?
- - Sí
–contestó la madre sonriendo- te quedaste atrás.
- - ¿Eh?
¡Sí! Me quedé pasmando, hehe –se rascaba la nuca algo avergonzada.
- - Pues
no pasmes y vente con nosotros –dijo, esta vez, el padre- que ya se está
haciendo de noche.
<<Qué
raro, mis padres suelen ser amables, aunque mi padre no lo parecía…>>,
pensó Wendy algo confusa.
- - ¡Vamos!
–dijeron los dos adultos a la vez- Tenemos que llegar antes de que se haga muy
tarde.
Eso
sí que hizo que la ojiazul estuviera aún más nerviosa, ¿sus padres hablando al
mismo tiempo? Según ella: aquí hay “gato encerrado”. Emprendieron la marcha.
No
pasaron ni veinte segundos cuando, de repente, Wendy notó que la nariz de su
padre y la de su madre sangraban ligeramente.
- - Mamá…papá…-estas
palabras hicieron que ambos se dieran la vuelta para prestarle atención.
- - ¿Si,
cielo? –a la madre se la notaba nerviosa, en cambio, el padre no decía nada.
- - Esto…os
está sangrando la nariz –se puso seria- a los dos.
- - Eh…-tibuteó-…
eso…pues…emmm…
El
padre seguía sin decir nada, está acción hizo sospechar a Wendy, ésta se armó
de valor e interrumpió los titubeos inútiles de su “madre”:
- - Mamá,
¿me dejas tu móvil?
- - ¿Para
qué? –dijo en un tono intimidante que nunca antes había oído Wendy- ¿Qué vas a
hacer con él?
<<Está
claro, no son ellos>>, pensó.
- - Pues
para llamar a la policía, está claro que vosotros no sois mis padres.
Sus
“padres” se quedaron petrificados, con la mirada clavada en el suelo.
- - No…-dijo
su “madre”.
- - Puedes…-dijo
su “padre”.
- - Escapar…-dijeron,
esta vez, los dos al unísono.
Acto
seguido miraron a Wendy, éstos con los ojos negros, provocando que la ojiazul
comenzara a correr hacia ningún lugar en concreto: solo buscaba huir.
- - No
puede ser…-murmuró la chica de la chaqueta morada con los ojos cristalizados-
Tengo que esconderme…rápido.
No
sabía si los había despistado, pero siguió huyendo, pues ahora tendría que
buscar un buen escondite.
Después
de correr sin rumbo durante casi cinco minutos, decidió meterse en un tronco
hueco, según ella: un “sitio infalible para evitar la muerte.”
El
tronco se hallaba en el suelo, en posición horizontal, al lado de unos arbustos
y piedras; en otras palabras: estaba tumbada y rodeada de objetos que impedían
encontrarla.
Dicho
escondrijo tenía un beneficio extra, pues poseía un agujero por el que Wendy
podía ver el exterior, una cosa realmente útil, ya que podía ver si corría el
riesgo de ser encontrada.
- - Oh,
no…-murmuró.
Se
escuchaban unos pasos dirigiéndose hacia su escondite. Nada más oír eso, se
tapó la boca como pudo para no hacer ruido, pues cabía justa en aquel lugar y
moverse le costaba un poco. Mientras, pudo reconocer, mirando por el agujero,
que esos pasos provenían de su querido padre, que se hallaba enfrente y lejos
de donde se encontraba ella.
La
ojiazul asustada se quedó sin palabras y toda su sangre se dirigió rápidamente
a sus pies por lo que acababa de presenciar delante de sus narices: su padre
acababa de vomitar una especie de líquido negro y acto seguido, se desmayó,
cayendo al suelo.
Perpleja
y asustada por lo que acababa de ver, Wendy sentía, en ese mismo instante, fuertes
impulsos que le ordenaban ir a ayudar a su padre, pero decidió no moverse de
ahí por su propio bien.
Pero,
cuando la chica ya no podía estar más asustada, notó que algo la tomó por los
pies y la sacaba de dentro del tronco, provocando que ésta dejara las marcas de
sus uñas ahí mientras soltaba un grito que se podría decir que lo pudo oír el bosque
entero.
- - No
puedes escapar –dijo una voz realmente grave y áspera.
La
ojiazul prefirió no abrir sus ojos por su bien, no quería morirse del susto.
- - Venga…-animó
a la chica la misteriosa voz- es de mala educación no mirar a alguien cuando te
habla…¿no crees?
Su
voz daba realmente miedo, la pobre chica de la chaqueta morada no sabía que hacer:
¿Abrir los ojos y enfrentarse a su cruel destino? Era una locura, una locura
que obtó por hacer. Una pregunta se acabó convirtiendo en una acción.
Volvió
a gritar, ya que lo que había visto no era algo a lo que se le pudiera decir
“bonito”.
- - ¡No
grites! –dijo irritado esa especie de monstruo.
Era
de color negro, hacia arriba tenía dos grandes puntos rojos que no podían ser
otra cosa que sus ojos. No se podía distinguir mucho más, solo que tenía
adoptada una forma de lobo.
Al
abrir su boca, se podían ver filas y filas de dientes afilados como cuchillos,
deseosos de morder a alguien.
- - ¿T-tú
eres Storm? –tartamudeó.
La
extraña criatura respondió con un simple gesto afirmativo y con una sonrisa en
lo que parecía ser su rostro.
- - Veo
que conoces el nombre de tu asesino…-su sonrisa se iba ampliando a medida que
hablaba-…y al asesino de tus padres.
- - ¿Tú
has…? –dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas- ¿¡Qué!?
- - Tranquila…-dijo
aún más sonriente que antes- Pronto te reunirás con ellos.
Mientras
el monstruo denominado Storm hablaba,
Wendy aprovechó para coger una linterna que había guardado en su mochila para
la futura y ya imposible, acampada.
- - Y…-su
sonrisa se esfumó en un abrir y cerrar de ojos, continuó hablando, esta vez
enfadado y confuso- ¿¡qué estás haciendo!?
La
ojiazul lo apuntó rápidamente con su linterna, provocando que Storm gritara y soltara bruscamente a
Wendy, haciendo que ésta cayese al suelo y empezase a correr, pero…
- - ¡¡Hey!!
–gritó el cegado por la luz del objeto. Enfadado, de un garrotazo le hizo una
herida en la pierna a la chica.
De
dicha herida comenzaba a salir, no mucha pero algo sí, sangre; casi no podía
caminar, ¿Cómo iba, entonces, a poder correr? Aunque ella no pudiera hacer ni
una cosa ni la otra, no se iba a rendir tan fácilmente.
Fue
a la pata coja a esconderse en el primer buen sitio que encontrara, pero todo
esfuerzo sería inútil, ya que su pierna dejaba una estela color escarlata en la
hierba.
De
repente, la ojiazul se cayó en un agujero, esto provocando un nuevo grito y
también que su herida sangrase más que antes. La caída había dejado sus dos
piernas inmóviles, ahora si que sería imposible escapar.
- - Vaya,
vaya…-dijo Storm con una sonrisa- veo
que has encontrado tu tumba… -Wendy se quedó callada mientras lloraba cada vez
más en silencio-…o comedor –se rió- o al menos para mí.
Mientras
la criatura negra como la mismísima noche hablaba, la chica de la chaqueta morada intentó coger su linterna, pero…no la encontraba.
- - ¿Buscas
esto? –le enseñó su linterna- ¿Algunas palabras antes de reunirte con tus
padres?
- - Sí…-contestó
la ojiazul con una mirada llena de odio- Te odio…
Storm sonrió y entró en la “tumba” para
comenzar su trabajo, éste. De un mordisco, le había arrancado a la pobre chica
su pierna. La pobre Wendy no paraba de gritar y llorar, pues le estaba quitando
todos sus miembros uno a uno. Dolía muchísimo. Era como el infierno en la
Tierra misma. Por cada desprendimiento de su cuerpo, gritaba cada vez más alto
y sentía cada vez más sueño.
- - Bye, bye –comenzó a decir Storm en inglés, y continuó, poniendo sus afiladas garras en el
cuello de la pobre chica- It’s time to
sleep, little princess…
Todo
se volvió oscuro para Wendy y todo el agujero estaba lleno de sangre, los tenis
de la pobre niña se encontraban ensangrentados en mitad de un charco de sangre.
········································································
- - ¿Enserio,
abuelito? –decía una niña con dos coletas acompañada de un adorable osito de
peluche- No me lo creo.
- - Yo…-musitó
su hermano mayor-…creo que no podré dormir hoy.
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