06 diciembre 2018

Diccionario Xpress

Felicidad: ¹ f. Estado de grata satisfacción espiritual y física. ² f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. ³ f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. ⁴ Cuando te comes la última porción de pizza.

Diccionario Xpress

Triunfar: ¹ intr. Quedar victorioso. ² intr. En la Roma antigua, dicho del vencedor de los enemigos de la república: Entrar con gran pompa y acompañamiento. ³ intr. Tener éxito. ⁴ Cuando consigues tu más ansiado sueño con tu propio esfuerzo.

Diccionario Xpress

Literatura: ¹ f. Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género. ² f. Conjunto de las obras que versan sobre una determinada materia. ³f. Conjunto de conocimientos sobre literatura. ⁴El arte de escribir tus emociones, pensamientos, lo que deseas transmitir al mundo,... buenas ideas hechas por ti mismo.

Diccionario Xpress

Yo: ¹Pron. person. 1.ª pers. m. y f. sing. Forma que, en nominativo, designa a la persona que habla o escribe. ²m. Fil. Sujeto humano en cuanto persona. ³m. Psicol. Parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio. ⁴Persona que se esfuerza por mejorar, creativa, incomprendida, diferente, única, con ganas de triunfar y que le presten la más mínima atención.

Cuando me mira

Cuando me mira, comienzo a respirar.
Cuando me mira, no puedo ni hablar.
Cuando me mira, no puedo reaccionar.
Cuando me mira,  comienzo a vivir.

Cuando me habla, solo escucho.
Cuando me habla, le miro.
Cuando me habla, me cuesta respirar.
Cuando me habla, huyo.

Cuando me ignora, lo agradezco.
Cuando me ignora, no lo soporto.
Cuando me ignora, me enfado.
Cuando me ignora, desaparezco.

Emojis

Hemos estado encerrados aquí, en esta especie de jaula, desde nuestro nacimiento.
Todo es monótono: primero nos despertamos, "trabajamos" y finalmente nos dormimos.
Nada cambia, es todos los días lo mismo, pues "Él" no nos deja salir ni vivir.
Él es gigante, él es poderoso, él es malvado, él no nos deja ser libres pues él nunca nos dejará en paz. Somos como simples juguetes para él, no nota que esto no nos gusta y que nos duele; no se da cuenta de nuestro sufrimiento.
Algún día, expiraremos y así, por fin, podremos tomar esa ansiada libertad que tanto ansiamos.

Las jaulas, al ser pequeñas y vacías, nos provocan sentimientos negativos, claustrofobia y en algunas ocasiones: la locura.
Un gas casi imperceptible provoca que cada uno tenga una determinada expresión mientras una especie de máquina color azabache nos da unas fuertes descargas eléctricas si nos negamos a este sistema. Esto sucede cuando el "aparato" está encendido u operativo, pero cuando esto no es así todos intentan en vano escapar o suicidarse... mis pobres amigos ingenuos... ¡nadie puede salir, nadie puede entrar!
La parte "buena" de todo esto es que cuando no está operativo, quitan las barreras que nos separan y nos dejan a nuestro aire, pero... ¿para qué? Es estúpido relacionarse con individuos como tu que se encuentran llorando, tirados en el suelo, reclamando su muerte, amargados, cortantes,... A esto no se le llama vida, no.

Algún día, con suerte, nuestros héroes llegarán... llegaron, pero él los mató, pero no al resto; nuestra única esperanza de vivir: los hackers. Vinieron pero él se las arregló para acabar con ellos... pero no con todos: solo vino un ejército a buscarnos... a salvarnos... a liberarnos.
Uno de los hackers logró escapar para buscar ayuda, pero... nunca volvió. Ni él ni nadie.
Supongo que este es nuestro destino.

Y yo aquí, escribiendo mientras Gato llora y Bailarina intenta ser positiva ante su hermana que intenta que Gata la mate de una vez... los demás solo lloran y hacen algo parecido, nada nuevo.
Oh, Él ha vuelto...un nuevo "día" comienza... adiós.

03 diciembre 2018

Cuando me lo contaron...



Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor… con pena
logré balbucear breves palabras…
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo…
Me hacía un gran favor… Le di las gracias.




***************************************************************************


Había estado toda la mañana con un irremediable bloqueo creativo, no había podido escribir más poemas, no así. Era, en mi opinión, imposible.
Para poder remediarlo intenté numerosas veces un truco que siempre utilizo en este tipo de casos: leer El Contemporáneo, que casualmente es el periódico en el que escribo mis “famosas” leyendas y que supongo que leerán más personas de las que pienso; incluso, hace unas semanas, me llegó una carta de un tal José Ferreda elogiando una de mis obras: El monte de las ánimas, que, por alguna razón, esa persona me recuerda a mi padre, supongo que por el nombre.
Leer dicho periódico, de alguna manera hace que me centre en los interesantes artículos y así poder olvidar mi problema, es decir, el bloqueo. Pero hoy no funcionó. Algo que me extraña bastante es que haya leído cuatro veces el mismo párrafo y me sienta igual que cuando lo leí la primera o segunda vez; parece que no logro entender el artículo sobre la política, la verdad, este tema nunca me importó lo suficiente como para comprenderlo.
Dejando El Contemporáneo a un lado de la mesa de la cocina, terminé mi café, pues en mi opinión no hay nada como una buena taza de esa bebida para después de la comida, para después levantarme y dejar en el fregadero la pieza de porcelana de la que había bebido. Me dirigí al salón, sentándome en el sillón pude divisar uno de mis cuadernos y al lado una pluma dentro de un bote lleno de la espesa tinta de color oscura como la mismísima noche que había utilizado días antes para escribir un poema; mi cuerpo se inundó de completa melancolía: no podía escribir como antes, ¡el bloqueo no ha desaparecido!
De repente, una idea se me pasó por la mente cual rápida estrella fugaz aparece atravesando el delicado cielo nocturno hasta finalmente desaparecer. Esa idea era la posibilidad de ir al parque.


Un bonito lugar en el que es casi imposible no contactar con la naturaleza; con unos caminos por los que los niños corren levantando una polvareda con ese olor tan característico a tierra, unos preciosos bancos blancos con adornos de metal duro color azabache y en los que se pueden ver a diferentes personas sentadas en ellos, entre esos individuos se pueden ver a ancianos que dan migas de pan a las palomas, amables y risueñas señoritas que se quedan platicando con sus amigas admirando el paisaje, niños que se cansan de jugar a la rueda y demás, pero los que más destacan son los artistas. Ese precioso ambiente adornado con los cantos de las golondrinas, el suspiro de las nubes rozando las hojas de los árboles, las risas de niños y niñas al jugar es, sin duda alguna, algo único.

Me dirigí a mi dormitorio para coger una bolsa donde guardar el cuaderno y la pluma, objetos que después recogí y metí dentro de ésta al pasar por el salón; finalmente me planté enfrente del perchero de madera situado en el recibidor, justo al lado izquierdo de la puerta que comunica con el exterior, y así poder vestirme mi gabardina color gris oscuro cual piedra.
Al salir, una corriente fría golpeó mi cara congelándome y provocando algún que otro estornudo de mi parte; había recordado que era el mes de enero y que en esa época hay bajas temperaturas. Caminando me fijé en los abrigos de las personas que pasaban cerca de mí, la ropa dice mucho de ti mismo, tanto que incluso puedes adivinar la personalidad de alguien con solo ese pequeño detalle. Llegando ya a mi destino, un fuerte olor a pan recién hecho hizo frenara un poco mi paso, pues ese es un aroma tan dulce que todo individuo que pasara por ahí reaccionaría igual que yo; y estaba en lo cierto, una niñita quedó tan prendada del olor que arrastró a su pobre madre adentro de la panadería para que le comprara, aunque fuera, un pedazo de ese delicioso y barato manjar.

Entré en el parque, percatándome de que no había muchas personas ahí; hoy sería un día tranquilo. Localicé un banco vacío cerca de la fuente, me dirigía ahí cuando, de repente, escuché que una voz familiar llamaba por mí; me di la vuelta y pude ver que el sujeto que me llamaba era, ni más ni menos que mi buen amigo Augusto, Augusto Ferrán. Levanté mi mano para saludarlo y mirándolo desde la distancia, unas palabras acompañadas de mi mejor sonrisa salieron de mi boca:

-       - ¡Ferrán, cuánto tiempo! –dije- Que alegría volver a verte.

-      -  ¡Bécquer, Bécquer…  te…! –decía con voz agitada y entrecortada, pues había venido corriendo hacia mí. Ya en frente mía, intentaba recuperar el aliento.

-       -  Dios Santo, Ferrán, ni que te persiguieran –cuando acabé mi frase empecé a reír, pero mi amigo no dijo nada. Éste se había incorporado y me estaba dedicando una mirada realmente seria, al percatarme de esto mi expresión cambió a una más adecuada para el momento- ¿Pasa algo?

-       -  Bécquer… han robado uno de tus poemas –contestó.

-       -  ¿Q-qué?


***************************************************************************


Me costó asimilarlo y del susto me había dejado caer bruscamente en el banco en el que me iba a sentar en un principio, Ferrán entendió mi situación diciéndome que él habría reaccionado como yo si esto le hubiera pasado a él.
Me contó lo sucedido, al parecer, mi amigo se encontraba tan asombrado como yo: Narciso Campillo, un buen compañero nuestro, había oído que un tal Jorge Lista había robado uno de mis poemas e iba a ir a la editorial de El Contemporáneo para que lo publicasen y así poder hacerse famoso; si le llegasen a pedir más, solo tenía que robarme otra vez.
Ese apellido se me hacía familiar… Lista…Lista…

-      -   ¡No puede ser…! –exclamé. Ferrán me miró confuso y decidí contarle mi hallazgo- Lista es el apellido de mi antiguo maestro sevillano… Alberto Lista.

-       -  Esto…-añadió-…no puede ser ninguna casualidad.

-       -  Lo sé, pero mi maestro no puede estar involucrado en esto, es un buen hombre como tú y como yo-contesté- él seguramente no es consciente de lo que está haciendo este familiar suyo.

-      -   Eso espero.

El silencio reinó durante por lo menos diez segundos hasta que decidí romperlo despertando la curiosidad de mi amigo, pues me había levantado de golpe y había comenzado a caminar hacia el camino por el que había venido.

-       -  ¡Hey! –exclamó mientras me seguía con un paso acelerado- ¿A dónde vas?

Cogí aire antes de responderle para así poder transmitirle correctamente como me sentía.

-       -  No puedo permitir que roben uno de mis poemas, es como si me quitaran una parte de mí mismo.

Dejó de seguirme, cuando ya comenzaba a alejarme y ya estaba a punto de salir del parque escuché que me deseaba buena suerte; sonreí a pesar de estar bastante furioso.
Antes de ir a por ese asqueroso ladrón, tendría que coger un arma. Sí, es cierto, es un poco extremo, pero nadie roba algo tan preciado para mí; además, no tengo pensado utilizarla, solo es para intimidarle y que así me devuelva lo que es mío.
Cogí la llave que se encontraba en mi bolsillo y abrí la puerta, entré corriendo en la casa sin cerrarla y dejé mi bolsa en el salón, acto seguido subí corriendo hasta mi dormitorio. Me dirigí a la mesilla de noche que tengo justo al lado de mi cama y cogí la única arma de fuego que se encontraba en esta morada. Era una Colt Navy de 1851 de calibre 36, con todas las balas en su interior y que espero que permanezcan ahí. La guardé en mi bolsillo derecho y salí como había llegado, es decir: corriendo, pero esta vez cerrando la puerta.
Decidí reducir la velocidad para pasar desapercibido y poner las manos en los bolsillos de mi gabardina para que no se notara la marca que hacía el arma; caminé sin rumbo, pues no sabía dónde podía estar o como era y me sentí bastante estúpido.
Mientras estaba perdido en mis pensamientos, una persona tocó mi hombro haciendo que me diera la vuelta, no sabía quién era, pero por la situación intuí quien podría ser.

-       -  ¿Necesita algo, señor? –pregunté para asegurarme.

-       -  Si…-contestó- sígame.

Me llevó agarrado del brazo hasta un callejón; cualquiera que no tuviera un arma estaría aterrado, pero como yo poseo una… no tengo nada que temer. 
Durante el tiempo en el que el silencio se apoderó de la situación, el individuo que me estaba agarrando se posicionó en frente de mí. Tuve el valor suficiente como para hablarle.

-       -  Y… ¿bien? –pregunté- ¿Qué quiere?

-       -  Todos tus poemas…-contestó con una voz áspera fingida- Con uno solo no me basta, no me creerían.

-       -  Jorge Lista… ¿no es así?  -él solo se limitó a reír.

-      -   Bien…-sonrió- Ya veo que me conoces…-de su bolsillo saca una navaja algo sucia, debería darle vergüenza…- …ahora, vamos a tu casa y me los das, y cuando publique tus obras iré constantemente a que me des más… ¿entendiste? –concluyó acercando la afilada hoja de su arma a mi cuello.

-       -  Yo…- me alejé un poco de él, provocando un choque entre la pared y mi cuerpo, Jorge me miró confundido mientras se acercaba- …yo… -cogí aire- ¡no puedo tomarte en serio con esa navaja tan sucia!

-       -  ¿Qué…? –preguntó.

-      -   A ver, hombre…mira –saqué mi Colt del bolsillo y se la enseñé, él retrocedió pensando que le iba a disparar, pero al ver que no iba a hacer lo que pensaba, me miró algo más tranquilo- ¿Ves? Yo me lo he trabajado: está limpia, cargada y brillante.

-       -  La verdad es que es un arma de fuego muy impresionante…

-       -  Si, lo es y comparada con…-miré su navaja- “eso”, no quedas muy bien.

-       -  Lo sé… es que la economía anda un poco mal y casi no me pagan…

-       -  Pues…lo siento, hombre –me fijo en que tiene una hoja en el bolsillo y se la quito sin que se dé cuenta- Esto nos afecta a todos.

-       -  Lo sé…-dijo apenado.

-       -  No a todos por igual, peeeeeeeeeeeero, al menos sirve para hablar y robar... creo que debería ser político, no creo que nadie note la diferencia entre usted y uno de esos individuos –le animo mientras le tomo del hombro- y, si me permite, me robó de una forma tan impresionante que no me di cuenta hasta que un buen amigo mío me lo dijo.

-       -  ¿E-enserio? –preguntó con esperanza, asentí- Me alegro…supongo…Siento haberle robado, señor Bécquer, solo quería ganar dinero y usted es un auténtico artista.

-       -  Pues…muchas gracias, me halaga usted…no lo dirá porque tengo un arma en mi mano, ¿verdad? –le apunto.

-       -  No…-aparta el cañón del arma con su navaja- y… supongo que podríamos ser amigos… ¿le parece?

-      -   ¿Qué? –pregunto mientras guardo mi arma en mi bolsillo- ¿ser amigo de una persona que me ha robado y ni siquiera se ha disculpado? –Jorge agachó la cabeza.

-       -  Perdóneme, señor Bécquer.- se disculpó- Tenga –metió la mano en su bolsillo- le devolveré su…-se percata de que está vacío y me mira-…poema…

-       -  Oh, eh…-me reí nervioso- es que lo tengo yo…es que estaba en el suelo y lo recogí.

-       -  Oh, bien. Pues ya está.

-      -   Bien… pues ya hablaremos otro día, ¿eh? Es que hoy estoy muy liado, tengo que escribir, ya sabe…

-      -   ¡Cierto! –me alejo lentamente- ¡Qué le vaya bien, siento las molestias!

-       -  No pasa nada, esto queda en el olvido, ¿si?

-       -  ¡Sí, señor Bécquer!

Me despedí con la mano de él y volví a mi hogar para después escribir un poema sobre lo que me pasó hoy. ¡No hay nada mejor que la inspiración!



***************************************************************************


-      -   ¡¡Bécquer!! –gritó Jorge desde el exterior de la casa de Bécquer- ¿¡Está usted en casa!? ¡Me ha parecido ver algo moverse!

-       -  ¿Por qué no lo demanda? –preguntó Ferrán enfadado, pues él y su amigo estaban tumbados boca abajo en el suelo esperando a que Jorge se fuera de ahí- ¿o por qué no le dice que se vaya?

-      -   Cálmate, no pasa nada – contestó el escritor- Se irá pronto.

-      -   ¡Eso mismo dijo usted hace tres horas!

-       -  ¡¡Sssssshhhhh!! –mandó callar el poseedor de la casa a su amigo- ¿¡Quieres que nos oiga!? –gritó en voz baja.

-      -   Arg… -se quejó Ferrán apoyando su cabeza en el suelo.