La
habitación se encontraba poco iluminada, solo unos delicados rayos de sol se
atrevían a adentrarse en el lugar, atravesando los “agujeros” de las persianas;
se podría decir que “no había ni un alma”, excepto yo, claro está. Ninguna
persona se digna a pasar por mi negocio…¿las reformas hicieron que quedara tan
mal por fuera? Bueno, si pintar el edificio se le puede llamar así…
Dirijo
mi mirada hacia el suelo, centrando mis pensamientos y mi concentración en un
papel arrugado que anteriormente había intentado meter de un lanzamiento a una
papelera cercana.
Suspiro
pesadamente mientras me acomodo en la silla, recostando mis piernas en mi
escritorio. Puede que venga alguien pronto. O no.
- Eh…¿perdone?- llamó una voz masculina.
Me
sobresalto y rápidamente me siento bien, apoyo mi brazo en la mesa para que mi
mano soporte el peso de mi cabeza. Miro a mis clientes como el que no quiere la
cosa y comienzo a hablar…
- ¿Desean algo? – pregunto con un tono serio.
- Mamá…-dijo el pequeño- vámonos…
Por
dentro, mi alma se ha caído a plomo.
- Hijo, no me seas desagradable – se molestó la
madre del osito- Esta chica va ayudarnos .
- ¡E-eso! – colaboro rápidamente.
- Y gratis.
- No se pase, señora.
- Bueno, - empezó a decir el oso- hemos venido
para ver si nos podía ayudar…
- Gratis- recalcó la osa.
- Señora, por el amor de Dios, que esto no es una
obra de caridad – espeto de mala manera, aquí yo presto mis servicios para ganancia.
- Está bien…- refunfuñe. Sonrío victoriosa.
- Bueno…¿cuál es el caso? – preguntó intentando retomar
el tema.
- ¡Oh, si! – recuerda- El caso…- tose para
aclararse la voz- Nos gustaría que investigaras un ..esto… allanamiento de
morada – mira a su esposa- ¿sí?¿no? – se encoge de hombros- algo así.
- Ummm…-cojo mi bloc de notas y mi bolígrafo –
Cuénteme todo: detalles, situación, escena del crimen,…
- ¿C-crimen? O-oh…vaya – medita – bueno, mi
familia y yo vivimos en el bosque, solo somos una pequeña familia de osos que
vive honrada y pacíficamente en su tranquila casita de madera… - su mujer tose
- ¡Ah, si! Nos fuimos a pasear porque hacía un buen día y-
- ¡Yo recogí flores! – dijo el pequeño enseñando
un bonito ramo de margaritas, acercándolas a mi cara.
- Son preciosas…
- ¡Tome, señorita Ricitos de Oro! – me da una.
- Muchas gracias – sonrío y me pongo la margarita
en el pelo, apartando mis rizos rubios. Es blanca, con pequeños trazos opacos
de tonos rosa claro que nacen del centro amarillo de aquel ser vivo. Es una
flor hermosa – Continúe, señor…¿oso? – me atreví a
decir.
- Pues… – oh, acerté – al volver del paseo, la
puerta de la casa estaba abierta, entramos y nuestras sillas estaban rotas y-
- ¡Se comieron nuestra comida!
- ¡Y durmieron en nuestras camas!
- Wow… – exclamé mientras anotaba todo – y… ¿cuándo
sucedió esto?
- Ayer – señaló la osa.
- ¿¡Ayer!? – grité - ¿Y por qué no vinieron ayer?
- Estábamos comprobando que todo siguiera en su
lugar… y cuando nos dimos cuenta ya era tarde.
- ¡Y no queríamos despertarla, señorita Ricitos!
- Que considerados – dije mientras sonreía- Está
bien…- agrego – creo que ahora es hora de ir al escenario del crimen.
- Sí – asintieron.
*************************
Para entrar al bosque hay
que abrir una puerta blanca metálica de estilo modernista, a los lados del
objeto había dos extensas vallas que parecían no tener fin. No sé con exactitud
cuanto mide, pero yo diría que, teniendo en cuenta que es más alta que yo…Unos
dos metros o por ahí. Por los agujeros decorativos asomaban algunas enredaderas
con hojas y rosas de un intenso color escarlata, y las hojas eran de un verde
que no parecía ni real.
-
Llegamos – comentó el oso – o al menos a la
entrada – se ríe.
-
Es todo muy bonito, sí.
Abre
la preciosa puerta color marfil, dejando ver unas preciosas vistas al interior.
Todo es mejor de lo que me imaginaba. Hay una cantidad difícil de creer de
árboles y flores, éstas con mariposas revoloteando a su alrededor; una de ellas
se acerca curiosamente a mí, ¿será que piensa que soy una flor? Oh, creo que es
por la margarita que me dio el osito antes…que decepción.
-
¡Por aquí! - dijo con alegría el osito – hay que
seguir el camino de piedras – sonríe. Que monada.
-
Así es – celebró la madre acariciando dulcemente
la cabeza del pequeño despeinándolo un poco y provocando unas risas por parte
de él.
Miré
al suelo, el osito tenía razón: una senda de piedras se abría paso entre la vegetación.
Empezamos a caminar. Todo es precioso, algo difícil de describir. Los árboles
son tan altos y tienen tantas hojas en sus ramas que pocos rayos de sol
iluminan el bosque, produciendo un encanto mágico. Una imagen de mi oficina se
me pasa por la cabeza, provocando que compare el sitio en el que me encuentro
con el que me suelo encontrar. Aquí da el aire, es puro y da gusto respirarlo.
**************************
-
¡Casa! - exclamó el pequeño corriendo hacia el
lugar mencionado por él.
Es una
casa de madera, el tejado rojo y el resto marrón. En las ventanas hay flores,
al igual que al lado de la puerta, la vivienda el buzón…¡Propio de una invasión!.
-
A ver…la llave… - murmuró el oso sacando el
objeto deseado de su bolsillo izquierdo – aquí está.
Se
acercó y abrió la puerta, todos entramos.
-
Y…¿bien? – pregunto sacando mi bloc de notas y
mi bolígrafo – Necesito ver las pruebas, bueno, el escenario del crimen.
-
Por aquí, por favor -anunció la osa dirigiéndose
a lo que sería el salón - ¡Nuestras sillas…! – se lamentó - ¡Rotas!.
-
Mmmm… - me acerqué y las examiné con mi lupa –
Parece que la silla del osito está completamente rota…, la de la osa solo la
pata de atrás…, pero la del oso la veo bien…- comento para mí misma en voz
baja, anotando todo – Emmm…¿las camas? – pregunté.
-
¡Ah, sí! – se sobresaltó el padre – Subiendo las
escaleras, a la derecha – aclaró.
-
Bien – añadí para después subir.
Por
alguna extraña razón, la casa se me hace vagamente familiar…¿por qué será?.
Había
tres. Una. Dos. Tres camas. Todas colocadas en línea recta y con un metro de
distancia (más o menos) entre ellas.
Primero
examiné la más pequeña, no noté nada fuera de lo normal, las de los padres, en cambio,
se veían raras. Aparté las mantas y vi unas manchas rojas. Palidecí. ¿Irían a…?
Por un momento pensé que habían matado a alguien ahí, pero al percatarme de la
presencia de una cuchara y unos pedazos de pan y ensalada, volvía a sentirme
normal. Me agaché para ver debajo, apartando varios tirabuzones (de mi pelo)
que se habían puesto delante de mi cara.
-
No… - musité – No puede ser…es…imposible - me
tapé la boca. ¿Qué hacía eso ahí?
Recogí
mi lazo rojo del pelo rápidamente y me incorporé. ¿Cómo ha llegado mi lazo
hasta aquí…?
Bajé
las escaleras.
-
Señorita Ricitos de Oro…- me llamó el osito tirando
de mi larga chaqueta - ¿Sabe quién ha sido?
-
Eh…¡sí! – miento, nerviosa. Me acabo de acordar
de todo lo que pasó…ayer vine a este bosque de noche a buscar una flor rara para
un cliente y no me di cuenta de la advertencia que me habían dado: la flor
soltaba una especie de aroma extraño mientras se encontraba en su hábitat natural,
como mecanismo de defensa…No quiero ni pensar en las cosas que pude hacer en ese
estado…
-
¿Y bien? – preguntó la osa.
-
Pues…todo indica a que fue…emmm…una…una…¡ardilla!
– sonreí nerviosa - ¡S-sí, eso!
-
Oh, vaya.
-
Y…¿saben qué? Gratis – me despido con una
sonrisa y me voy rápidamente de ahí.
Un día
más, supongo.
¡Fantástico!
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